Aktash (seudónimo) es un evangelista en Asia Central de familia musulmana que nació sordo. Muchos musulmanes en la región ven la sordera como una maldición de Alá. Así fue para Aktash: su familia no se preocupaba por él, y la sociedad lo despreciaba. Sin embargo, un encuentro con un cristiano cambió su vida para siempre. Un hombre sordo le habló sobre Jesús y, al aceptarlo como Señor, experimentó una sanidad milagrosa, tanto física como espiritual.
La experiencia de rechazo lo hizo sentir empatía por otras personas sordas. “Siempre es difícil para nosotros, porque nacimos sordos. Cuando el mundo nos mira, no nos entiende. Nunca experimenté amor ni interacción con mis padres. Nunca nos sentamos juntos. Nunca hablé sobre mis sueños porque ellos no me entendían. Aunque sabían que era sordo, todos mis hermanos podían oír, así que ni siquiera intentaron aprender el lenguaje de señas para comunicarse conmigo”, recuerda.
Aktash se sentía solo y deseaba tener a otros como él cerca. Cuando conoció al cristiano sordo y supo de su comunidad, quedó intrigado. “Quería estar entre los sordos. Él me dijo: ‘Hay personas sordas, puedes ir y ver por ti mismo’. Así que comencé a ir. No había aceptado a Cristo, pero para mí era muy importante comunicarme con otros sordos. Cuatro años después, en 2003, me convertí”, recuerda.
“El cambio en mi vida después de aceptar a Cristo fue muy grande. Antes, robaba y andaba con personas que no eran buenas”, cuenta. La fe de Aktash se profundizó al conocer más sobre Dios. “Empecé a estudiar la palabra de Dios, a orar y a acercarme a Él, lo cual cambió mi vida. Sabía que, si no iba a los sordos, nadie les hablaría sobre Jesús”, dijo. Por primera vez, su discapacidad no fue un impedimento, sino una herramienta para alcanzar a un grupo que anhelaba amor y aceptación, algo que solo Dios puede dar.
El precio de llevar el mensaje de Cristo
Aktash pedalea entre 50 y 60 kilómetros en su bicicleta para compartir el evangelio con personas sordas en Asia Central
Él conoce los costos de ser un mensajero de Cristo en Asia Central, aun así, eligió hacer de esto su objetivo de vida. “Sé que hay muchas prohibiciones, pero no podría quedarme en casa mientras escucho que tal persona sorda murió, o aquella otra también murió. Sé que no conocieron a Cristo, así que comprendí que Dios planeó este camino para mí. Sé que pueden arrestarme si descubren que comparto el evangelio, pero también sé que Dios no me dejará porque estoy haciendo Su trabajo”, afirma.
Así comenzó Aktash su ministerio. “Primero, serví a personas sordas que viven cerca de mí, a uno o dos kilómetros de distancia. Pero aún había personas sordas que vivían más lejos. Eran 50 o 60 kilómetros, así que no podía ir a pie, pero Dios me bendijo con una bicicleta. Voy en mi bicicleta incluso cuando no hay caminos”, dijo. Tener un medio de transporte le permitió viajar a donde siente que Dios lo envía. “Cuando comparto la palabra, las personas sordas están sedientas. Estoy haciendo el trabajo de Dios a pesar de todos los riesgos”.
Desde el momento en que aceptó a Jesús hasta ahora, él y su familia han experimentado la fidelidad de Dios de muchas maneras, por lo que confían en Él cada día. “Soy una persona sorda, pero cuando veo el trabajo de Dios, es como si Él dijera: ‘No te preocupes. Sírveme y yo haré el resto’. Veo eso en los milagros que ha hecho en mi vida. No tenía un lugar para vivir, pero Dios nos dio una casa. Cuando ministro a los sordos, sé que mis tres hijos están en casa y que es necesario alimentarlos y vestirlos. Estoy fuera de casa por semanas, pero cuando llego, hay ropa y comida. No entiendo cómo, pero sé que Dios lo hizo. Siempre hace milagros en mi vida. Yo hago Su trabajo, y Él hace el mío”, concluye.
Alfabetización para cristianos sordos
En los países de Asia Central (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán), se estima que de las 80.5 millones de personas que viven en la región, 800 mil son sordas, aproximadamente el 1% de la población. Tu donación permite que cristianos sordos reciban alfabetización y aprendan el lenguaje de señas, cambiando su realidad y perspectiva de futuro.
Tomado de Puertas abiertas